Qué peligro -¿si?-, que se me vaya la cabeza por otro camino.
Sí, mire usted, se me ha ido la
cabeza, se me ha volado…
¿Cómo? ¿Qué dónde la he dejado? No sé. Tal vez por uno de esos barrios
rurales, o una de esas periferias
urbanas donde todavía, allá en la primavera, y sobre sus campos, descubrí el
mar, un mar distinto a todos. Por
primera vez vi un mar interior que ondulaba su superficie en todas las
direcciones: esos campos de cereales, tan verdes, balanceados por el viento
cuando despierta la tarde en un momento preciso que sólo el instinto
conoce, que sólo el instinto sabe que,
eso, también es el mar y lo será para siempre.
Entonces, viendo el oleaje estremecido,
la tarde quebrada y el viento inexplicable, presente en todas partes, rodeando
el universo en ese instante con sus inmensas manos de cielo incoloro,
entonces… no, no deseo nunca más que
vuelva mi cabeza y solo quiero…, eso es,
sí, soñar y bailar y marchar con la bicicleta flotando sobre esa cresta
levemente embravecida de palabras y estrofas y cuentos, sonatas y latidos por
todos los rincones y, donde en breves instantes se despedirá la tarde con un último
quiebro de rojos desmayos, sin
estruendo, humildemente entre el cielo y la tierra.
Entonces… Entonces no, por favor, no
me traigan mi cabeza con esos falsos correos que hablan de la vida, y, esconden
tanta muerte de grises y negros sin fondo ni sentido, de roscones de nata y
fiestas de guardar que, sí, así es: solo guardan en tedio en cajas de oro que
habrá de llevarse la muerte, poco a poco, con ese sórdido silencio de la
traición calculada y necia de la Vida.
No, mire usted, no me devuelvan, no
me traigan mi cabeza (ya sé que voy sin ella),
esa que me han guardado con tanto mimo para devolvérmela impoluta, no,
pues me he puesto el propio corazón a modo de gorro y cabeza y, ya no puedo ni
quiero dejar de bailar en toda esta noche tan clara. Y además, mire usted, se lo digo aunque es un
secreto a voces, a gritos: He perdido incluso hasta el pudor y, éste, bueno,
qué quiere que le diga… tampoco ha de
volver (espero). Ya sé que fastidia un
poco, ¡o mucho!, ver por ahí a alguien sin cabeza y disfrutando como si tal
cosa, pero es la pura realidad, qué le vamos a hacer. O, acaso, a usted, ¿se le ocurre algo mejor?
30. NOVIEMBRE, 2014.
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