30 de enero, 2015
Ya
no sé si hay retorno; ese retorno al mundo real que ya no soporto.
Cuando
vengan todas las sombras del mundo –que vendrán- a visitarme, les saludaré
cordialmente. ¿Qué otra cosa puede hacerse?
Ha
habido, y seguirá habiendo, seguro, grandes momentos de luz en mis días,
momentos difícilmente compartibles.
¿Cómo puedo o podré olvidar esos días, a su lado, a tu lado, al lado de
quién sea…? Sí, de quién sea, porque la vida sólo acaba con el último suspiro.
Tanta
belleza, en esas inmensas tardes del mundo, sólo había que ordenarla (a veces
puedo verlo), tal vez con una sonata, con un gran concierto de fondo, ordenado,
sí, para que los sueños fuesen tomando acomodo y aposentarse éstos sin estridencias
en el gran horizonte de mi memoria que todo lo ve, lo visualiza, disecciona,
poetiza, deglute o dramatiza.
Esas
tardes del mundo (mi mundo neo-lírico de rotundidades) que he vivido, no sé,
quizá puedan habitar en algún sitio, en la ladera escarpada de esa sierra
inverniza…
Ayer,
anotaba, entre tantas cosas, algo así:
¿Quién
es o puede ser una excepción absolutamente válida? Nadie, pienso. Ni aquel pedante de allí. Ni aquella o aquel majaderos de vuelo corto y
larga pose… Nadie, no conozco a nadie.
Lo
digo y reitero, en un murmullo, leve, como siempre, in
Luego,
más tarde, saldré de nuevo hacia el verso largo y el relato extenso de las
calles y avenidas, esas calles por donde tu no irás, esas calles por donde tu
no estarás; esas calles apartadas que yo recorreré hasta el fondo de sus
sombras para traerte, sí, un rastro de sombra negra y virgen, y, tal vez, un
gran pedazo (pequeño) de cielo envuelto de horas pasadas y venideros días
inciertos.
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