lunes, 9 de septiembre de 2019


30 de enero, 2015

Ya no sé si hay retorno; ese retorno al mundo real que ya no soporto.

Cuando vengan todas las sombras del mundo –que vendrán- a visitarme, les saludaré cordialmente. ¿Qué otra cosa puede hacerse?

Ha habido, y seguirá habiendo, seguro, grandes momentos de luz en mis días, momentos difícilmente compartibles.  ¿Cómo puedo o podré olvidar esos días, a su lado, a tu lado, al lado de quién sea…? Sí, de quién sea, porque la vida sólo acaba con el último suspiro.

Tanta belleza, en esas inmensas tardes del mundo, sólo había que ordenarla (a veces puedo verlo), tal vez con una sonata, con un gran concierto de fondo, ordenado, sí, para que los sueños fuesen tomando acomodo y aposentarse éstos sin estridencias en el gran horizonte de mi memoria que todo lo ve, lo visualiza, disecciona, poetiza, deglute o dramatiza.

Esas tardes del mundo (mi mundo neo-lírico de rotundidades) que he vivido, no sé, quizá puedan habitar en algún sitio, en la ladera escarpada de esa sierra inverniza…

Ayer, anotaba, entre tantas cosas, algo así: 
¿Quién es o puede ser una excepción absolutamente válida?  Nadie, pienso.  Ni aquel pedante de allí.  Ni aquella o aquel majaderos de vuelo corto y larga pose…  Nadie, no conozco a nadie.
Lo digo y reitero, en un murmullo, leve, como siempre, in

Luego, más tarde, saldré de nuevo hacia el verso largo y el relato extenso de las calles y avenidas, esas calles por donde tu no irás, esas calles por donde tu no estarás; esas calles apartadas que yo recorreré hasta el fondo de sus sombras para traerte, sí, un rastro de sombra negra y virgen, y, tal vez, un gran pedazo (pequeño) de cielo envuelto de horas pasadas y venideros días inciertos.


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