viernes, 2 de agosto de 2019

Soy un depredador visual.  O eso creo.

Soy un depredador visual que no hace ascos a casi nada (casi nada…) de lo que se mueve.  El mundo –dicen- se mueve… los trenes, las norias, los continentes, los barcos, los aviones, viajando éstos de un lado a otro del globo.  Todo en movimiento.  Yo también he viajado muchas veces de un extremo a otro del mundo,  ¿o fue, quizá, de un extremo a otro del Gran Puente?  ¿No lo recuerdo realmente o, ni siquiera me lo planteo mínimamente con seriedad?

Voy por las calles, las plazas, las avenidas y, en ese insignificante y reducido movimiento, como sabemos, está el mundo. ¿Casi todo el mundo?     No: simplemente el mundo, lo cual es muy poco o no decir casi nada, porque decir algo más seguramente daría miedo.


Yo, en todo caso, conocí una parte del mundo en una gran cadena montañosa, de noche, al lado de un pequeño pueblo turístico.  Y muchas veces, <<esa gran parte del mundo>> la he confundido o la he identificado con la totalidad del mundo, lo cual también ha sido un error prolongado.  Pero no me des las gracias o me recrimines por decir esto. Aún así, sigo creyendo que casi todo el mundo que he conocido y he amado está en ti.

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