Aquí, en la bodega, veo
mi rostro en un espejo que no existe.
Veo mi postura, la síntesis de mi imagen, mi mirada. Aquí, en la bodega, veo hasta mi alma: esa
que tampoco existe y sin embargo me busca y me persigue desde los techos
celestes de los cafés y tabernas.
Aquí, en la bodega, veo
a veces, como hoy, esa esencia sinceramente doliente del poeta que fue/fui/no
fui o dejó de serlo a fuerza de dolor y
tiempo, pasiones adormecidas y agresivas realidades.
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