viernes, 12 de julio de 2019

NOTAS DE LA BODEGA

La ciudad densa, también ligera a la vez. La ciudad femenina hasta las trancas, plagada de mujeres que, históricamente, son las heroínas de la estética y la belleza más formal y clásica que existe. 

Siempre he vuelto a la ciudad.  Siempre retornaré a ella como recurso último y emocional de unas
imágenes aprendidas (y también aprehendidas), repetidas, que viven en ella pero que sin embargo, cuando retornamos a la urbe después de unos breves días se nos representan como nuevas: calles rebosantes de gentes… familias, niños, ancianos… generaciones diversas que no te ven cuando llegas, transitas, divagas, paseas por esas mismas calles y, nadie o casi nadie te conoce.

La ciudad, conglomerado de avenidas, rotondas, andadores, plazas, en donde se sufren y viven grandes pasiones y dramas anónimos que terminarán en una violenta ruptura, en una agresión e, incluso, en un asesinato, en un fallecimiento repentino por un infarto o en una espectacular boda.

Miradas, enésimas miradas que no te conocen (ni conocemos) y sin embargo te miran mecánicamente, hasta borrarte el nombre y, una vez más, la identidad.  Aunque la identidad tal vez estaba borrada desde siempre para muchos. La identidad tal vez es fluctuante, y va por rachas.  Mi racha de ahora, es no tener identidad ni desearla.


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