sábado, 27 de julio de 2019

25,  mayo, 2019  (¿Dónde viven los poetas puros?)


Sábado   de viento y luz implacable de mayo.  Mayo se despide, una vez más, como si tal cosa.  Abril y mayo forman ese tandem casi perfecto que los planetas imaginarios de la lírica reclaman para sí.  Pero los planetas –imaginarios o no-  están distraídos, duermen la noche eterna de la impiedad que practican hacia los poetas, los poetas puros, esos que mueren, poco a poco, entre el silencio de los días y la marginalidad impúdica que segregan las ciudades y campos en las tardes, cuando el crepúsculo se hace música y pura metáfora de violín, piano, clavicémbalo, laúd y, también muerte, mucha muerte dosificada e insondablemente cruel.

Mayo termina, sí, y no es el momento de ponerse solemne porque, entre otras cosas, es una tontería y no sirve de nada.


Mayo expira, perece, agoniza, sucumbe ente la belleza eterna del floreado jardín improvisado de los cementerios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario