domingo, 23 de junio de 2019

.   NOTAS DE LA BODEGA

La prosa, palpitación callada de los sentidos.  La prosa,  errando casi permanentemente por carreteras secundarias, caminos olvidados y ciudades insomnes que marchan inexorablemente hacia el crepúsculo de la vida, sí, porque todo es crepúsculo, o se le parece.

La prosa, silbando con el viento, indiferente entre los árboles del bosque y los senderos borrados de hojarasca.  La prosa, viajera inquieta y nerviosa, misterio de los días viajando en un temblor sobre el agua pensativa y eterna de las piscinas claras del verano, un invierno aciago, una primavera incierta, un verano denso y una prosa clara.  Prosa transparente sobre la superficie quieta y oscura de los lagos altos; altos abetos, altas encinas altos bosques de nieve esponjada que miran al alto cielo.  Alturas transitorias que descienden hasta la extensa niebla donde yacen,    palpitan y duermen las ciudades en sus plácidos valles.


Prosa, la prosa leve de calles y avenidas, plazas y puentes, apeaderos, hospitales o barriadas periféricas.  Prosa de las estaciones donde las palabras se van de viaje  a otras ciudades, de ciudad en ciudad, hasta llegar al mar.

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