. NOTAS DE LA BODEGA
La prosa, palpitación callada de los
sentidos. La prosa, errando casi permanentemente por carreteras
secundarias, caminos olvidados y ciudades insomnes que marchan inexorablemente
hacia el crepúsculo de la vida, sí, porque todo es crepúsculo, o se le parece.
La prosa, silbando con el viento,
indiferente entre los árboles del bosque y los senderos borrados de
hojarasca. La prosa, viajera inquieta y
nerviosa, misterio de los días viajando en un temblor sobre el agua pensativa y
eterna de las piscinas claras del verano, un invierno aciago, una primavera
incierta, un verano denso y una prosa clara.
Prosa transparente sobre la superficie quieta y oscura de los lagos
altos; altos abetos, altas encinas altos bosques de nieve esponjada que miran
al alto cielo. Alturas transitorias que
descienden hasta la extensa niebla donde yacen, palpitan y duermen las ciudades en sus
plácidos valles.
Prosa, la prosa leve de calles y
avenidas, plazas y puentes, apeaderos, hospitales o barriadas periféricas. Prosa de las estaciones donde las palabras se
van de viaje a otras ciudades, de ciudad
en ciudad, hasta llegar al mar.
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