viernes, 7 de diciembre de 2018

En la  bodega, 18 de febrero, 2013


Llegará la luz. No sé de dónde, pero llegará.

Los domingos por la tarde hay una sempiterna soledad –histórica- de almas en pena que, con toda seguridad, no conocen la deriva en el lento y trágico viaje hacia la nada.

Las obviedades constatadas no son un consuelo de nada ni para nadie.  

Los espejos están -desde siempre-  por todas partes, nos acechan, nos cercan, nos hablan del tiempo en silencio, del mundo y su sordidez más extensa,  de la historia de nuestra piel…, y del retorno.

A veces, vemos en ellos reflejado un rostro que pudo o podía o quizá pudiera ser un amor.  Y entonces, si fuera así, sencillamente podría morirse.


Es tan urgente –ya-  morir de Vida, o de amor, que en el fondo (y la superficie) es lo mismo. 

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