jueves, 26 de abril de 2018

Serán  las secuelas del invierno, o tal vez del otoño, ya lejano; serán las secuelas de aquellos días de lluvia o, quizá, de aquellos desolados o impertinentes días de viento.  Será, serán, dios sabe qué implacables y absurdos acontecimientos que hoy pasan factura indefectiblemente, para nada.  Romperé las facturas virtuales que le debo a la vida, o, tal vez ella me debe a mí, no sé…, y no se lo reprocho en absoluto.  Sí, eso va a ser: ella me debe  a mí, pero, qué puede importar en pleno vértigo del abismo, en pleno abismo del vértigo del mundo.  <<¿De qué vértigo me habla usted a mí, yo, portador de todos los miedos de este mundo vulgar… escandalosamente vulgar?>>
He vivido la luz, y tú también:  todos vivimos la luz y todos descendemos, todos nos apeamos de ella porque, en puridad, no nos es posible soportar su constante luminiscencia.  He descendido de la luz  -tal vez expulsado-  para acceder a la insondable y obligada y cotidiana luz del universo.
<<Qué ha quedado, sí  -reitero obsesiva y conscientemente-,  después de la convulsa memoria, de los versos pensados, de las prosas vividas, de la intensa e implacable luz de los campos en la tarde…>>,  etcétera, etcétera.

¿Qué ha quedado, si es que quedó algo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario