12, noviembre, 2015
Noviembre, al fin. Irreversible noviembre. La gesta de los días (si es que hubo tal
gesta…) que ha precedido a su nombre; noviembre sedente, con sus horas
maltrechas, densas, desordenadas e, incluso, algunas veces coherentes para
construir así el final de un verano y, ahora, construyen/destruyen un otoño
temeroso y previsiblemente aciago como pocos.
Noviembre, levísima sombra que puede
escucharse sin ser vista. Sus horas nos
llenarán de noche extensa, lenta, abigarrada de confusiones entre un fragor de
palabras dispersas y, quizá la miseria regalada y caritativa de algún que otro
fugaz amanecer viajando inexorable a la deriva del invierno. De todos los inviernos.
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