martes, 28 de marzo de 2017

28,   marzo,    2017

La belleza me agrede constantemente.  La belleza me busca, igual que un sicario busca a su victima para cumplir su contrato secreto.

Me escondo por las calles, os lo aseguro, y aún así la belleza me encuentra de pronto en una esquina.  Corro, corro todo lo que puedo para alejarme de ella, de la lírica, de la luz, de toda la melancolía que un día asesinó dulcemente a todos los postrománticos rezagados que no pudieron huir a tiempo.

No, no hay pose, nada de pose.  La gente, al final, es quien es y nada más…  Lo demás, tal vez sea adolescencia no resuelta (que no es mi caso).

La belleza, en primavera, nos busca  -¡os lo aseguro!-  para darnos muerte en el momento más preciso con un certero golpe de <<belleza convulsa>>


Yo, quizá, deseo que la belleza me encuentre y me estreche, entre sus brazos de luz, amor y muerte; muerte plena de azul ultramar (seguramente), pero plenitud última, sin concesiones a medianías.

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