Salgo de la exposición, ya de noche,
con la mente disgregada y la confusión confusa…
vaya tontería, pienso, y quizá me río interiormente, aunque he perdido la capacidad de reír. Quizá no me río, o tal vez lloro, pensando
que vuelo. Tal vez no dejé de volar
nunca y, sin embargo, sólo sigo viendo sordidez por todas partes y poco más,
muy poco más.
Sigo pensando, por las calles
nocturnas e invernizas. Uf… ¡Qué locura!, y respiro, ya lejos de la exposición
del amigo.
Tal vez una de mis “cualidades” (entiéndase: una de ellas) es atraer y/o conectar (y luego desconectar lo antes que puedo) con gente poco, digamos… poco
equilibrada; sí, eso que comúnmente se
dice son los locos a secas, o, locos inteligentes. Pero lo que más me fascina de ellos/ellas es
su no-infelicidad, aunque podría decir su “felicidad”, pero creo que no es así
exactamente. Llevo años observándolos
y, casi con toda seguridad, la mayoría
de esa gente extraña que tanto te absorbe las energías –eso creo- seguramente no está tratada y, además, no
sale de su mundo o de su particular esfera.

Ay,
qué temblor (íntimo) del universo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario