miércoles, 30 de noviembre de 2016

29,     noviembre, 2016

Aquí, solo, consciente y deliberadamente solo.  Sí, aquí.  A veces veo los arcoíris del mundo, esos que fueron reales y los que no lo fueron.

Elijo una soledad que muchas veces casi llega a la sordidez, y, en ese momento (si es que lo capto) sé que es el momento de irse, de retirarse, de irse a los aposentos de invierno y noches desveladas en las que, casi sólo, duermen los muertos, o, aspirantes a tales.  Para ser un aspirante a muerto no hace falta saberlo ni ser consciente, simplemente se requiere ir actuando como tal y, al final, ¡zas!, conseguido:  uno es un muerto/vivo perfectamente muerto.  La única particularidad de este cadáver andante es que a veces, conversa, mantiene reglas de urbanidad e incluso, se incentiva a sí mismo (con gran esfuerzo por su parte) en ir de compras, en conversaciones que él –ya de antemano- considera banales.

Con el tiempo, he ido conociendo a auténticos cadáveres.  Son cadáveres verdaderamente muertos, aunque caminen y cuenten chistes.  Pero el cadáver por antonomasia, el cadáver de lujo (y digno de estudio psicológico-antropológico) sé perfectamente que soy yo,  intransferible, irrepetible, riguroso y etcétera.  En fin, un cadáver digno de vivir en un buen panteón con vistas al mar…


No hay comentarios:

Publicar un comentario