lunes, 28 de noviembre de 2016


Se dice, o dicen, que hay gente que no cambia ni quiere cambiar.  Naturalmente, eso es obvio, eso es legítimo, eso es normal; eso, incluso, en una trayectoria biográfica –equivocada o no-  es o sería (debería ser) lo saludable.

¿Quién de ustedes, o de vosotros, se negaría, por ejemplo, a contemplar un doble o triple arcoíris, sin siquiera preguntarse del por qué de tal fenómeno luminoso- metereológico?                           

A determinadas personas, e incluso a determinadas edades ya no interesan –quizá…- el por qué se produce un determinado acontecimiento natural, sino, simplemente, lo que “importa” es el espectáculo anímico y plástico de tal fenómeno.
Nunca me apasionaron lo más mínimo los fuegos artificiales.  Sigo prefiriendo el espectáculo natural de un arcoíris (si es doble mejor) después de una lluvia de pre-invierno.  Un arcoíris que ilumine las pupilas y te las inunde de luz, sí, con todo lo que eso conlleva…

Llevo luz en las pupilas. Pupilas de azul cielo.

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