jueves, 27 de octubre de 2016

Aquí, en esta bodega, de forma ordenada y sin saberlo, inconscientemente, fue donde progresivamente fui cambiando mis alas.
Antes de las que ahora llevo, yo tenía unas muy ágiles, pero muy frágiles también;  se fueron como deshilachando y, ya antes de cambiarlas, instintivamente no me identificaba con ellas, sentía pudor, no sé, algo extraño.
Estas de ahora son las que me corresponden con la edad o, lo que quiera que sea, que vaya usted a saber… y que me da igual.
¿Dónde me llevaron estas alas de hoy; y las de ayer?  No es fácil volver a levantar el vuelo. Casi temo el salir de aquí más tarde.  Breves historias han poblado el mármol de esta mesa, hoy estática, temerosa;  una mesa temerosa: qué ridículo.  Cuántas letras salieron de aquí… ¿tantas?  En todo caso muchas.  Sólo el presente importa, y, aunque no importase, es lo que tenemos.

Hay una rubia impresionante con un vestido negro, corto y sin mangas.  Ella sabe que está bien y de vez en cuando (tiene la amabilidad) me obsequia con su mirada.  Yo no quiero (no quisiera) mirarla, pero la miro.  Su marido, a simple vista, me parece un tipo vulgar…  Para ella seguramente él será un tipo excepcional.  Estamos en Abril.  Es primavera y todo eso…  Pero yo sólo quiero guardar mis alas nuevas y dormir, dormir… dormir infinitamente. Desaparecer en lo blanco, quizá.

Abril, 2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario