jueves, 21 de julio de 2016



12, julio, 2016

Tópicos: verdades crudas y certeras agonizando en el simplismo popular de su breve composición estructural.

El filo frío de una hoja de acero va seccionando el verano y el cerebro.  Visualizaba ese tópico, aproximado, mientras venía hacia aquí, pero, aún así, también me parecía muy certero.

Difícil conocer el nombre del desierto que se atraviesa, o tal vez no se desea.  Sin cantimplora ni capa para protegerse de las tormentas de arena, nada; sin nada.  Así he pasado –y quizá traspasado- una gran parte del desierto, a cuerpo gentil, sin precauciones, temerariamente, sí, pero en el fondo siempre surge el miedo en algún momento, un miedo irracional y absurdo porque, lo máximo que puede pasarte en esta travesía metafísico-literaria y absurda (así la veo yo) es que perezcas, lentamente, de sed, de soledad o de agonía genérica  y no diagnosticada.  Y por supuesto: tal finitud carecerá de la más mínima importancia y absoluta irrelevancia, pero, por un error, o una intención social o sociológicamente muy estudiada, se le ha dado al óbito una trascendencia de la que, en puridad, carece.

Y ya, con todo lo dicho, que nadie venga a rescatarme del desierto, por favor; en ninguno de los sentidos….

Una vez cruzado el umbral, la barrera, la frontera… el gran muro de falsas moralidades y extemporáneos y grotescos buenismos,  que nadie me rescate, porque en realidad, nunca llegué a extraviarme (nadie se pierde totalmente en este ínfimo mundo que va a la deriva).  Pudo ser o será una elección; elección… por agotamiento y triste y amarga felicidad.

Uno de mis teléfonos: son todos de madera. Son... increíblemente mágicos.

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