12, julio, 2016. ¿Aprovecha usted
su tiempo?
Hay que aprovechar los días, el
tiempo… El tiempo es eso que dicen que
se nos “ha dado” y hay que llenar, aprovechar, amortizar de forma muy aplicada
como si fuera una lección de historia de la infancia.
El tiempo (nuestro tiempo) no tiene guión
previo, y quienes sólo vemos en él una abstracción redundantemente abstracta,
accidental y azarosa, resulta que, de pronto, en esa primera lección de
pedagogía deliberadamente inducida, entonces no sabemos si estamos
aprovechando, amortizando o, directamente lo estamos tirando por la ventana de
nuestra existencia individual.
Yo, a veces quisiera aprovechar el
tiempo (para “enmendarme”) siguiendo los cánones sociales al uso, darle un
significado riguroso y cierta materialidad tangible; es decir: algo que, en
cierto sentido, deje algo así como una huella en mi entorno social. Pero ese no es y nunca ha sido mi concepto
emocional de aprovechar el tiempo,
así que casi siempre, y una vez más, deseo perderlo dentro del más obsceno
desacato a las reglas sociales, eternas y bien pensantes. Luego, ya por enésima vez, cuelgo la mirada
en algún alto techo de un antiguo café o, salgo, con extrema urgencia, a
ungirme el cuerpo desolado de tiempo y luz quebradiza, esa luz de la tarde ya
en declive y despedida.
Quizá la tarde me llame, también
ella, y me inste a “aprovechar” el tiempo.
Pero yo no miro a la tarde, o no lo deseo, sólo un punto de luz fugaz,
un rayo verde, lo que sea; un instante que me hable de la vida y, me cuente
cosas sueltas e inconexas sobre mí... o sobre usted o sobre tí.
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