martes, 7 de junio de 2016




31, mayo, 2016

He abandonado las palabras.  O me han dejado ellas, no sé.  O las he perdido, quizá deliberadamente, para descansar.  Y tal vez sea por eso por lo que – espero que transitoriamente- me tiembla ligeramente el pulso.
 
El pulso, en muchos casos, aunque son variadas las circunstancias y motivos, se altera por desasistimiento (creo que esto es un neologismo), incertidumbre, soledad y, sobre todo, sensación de incomprensión.  La soledad la cultivo.  La incomprensión llega por añadidura.

Van pasando los días… y los años y la vida, todo inexorable, como ya sabemos, y a veces sólo sabemos añadir a nuestra alma (laica agnóstica o creyente…)  otro nuevo temblor por saber, quizá, que la gran belleza de la vida nos va abandonando.  Y es entonces cuando deberíamos morir a tiempo y por dignidad; sí,      rotundamente sí: morir urgentemente a tiempo y aureolados de dignidad interior…
Etcétera.

Portada de la casa/estudio en las Fiestas del Compromiso, Caspe, 2014

2 comentarios:

  1. Una delicia leerle, aun cuando el texto me ha hecho recapacitar sobre lo que desde que tengo uso de razón vive inexorablemente en mi interior. Esa idea de finitud que me angustia, me paraliza y al mismo tiempo hace que me sienta viva y llena de energía. Una contradicción en todo caso... como yo misma. Muchas gracias por su reflexión. Feliz día. :)

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  2. He abandonado las palabras. O me han dejado ellas, no sé...
    Etcétera.
    Saludos

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