viernes, 10 de junio de 2016



10, junio, 2016
Tarde nublada, inexistente, densa, quebrada, tal vez perpendicular, o lineal allá por donde se pierden los autobuses.

El pensamiento no descansa, pero a veces, como ahora, se apoya en una nube caediza que también, instintivamente, viajaba a la deriva.

He querido en más de una ocasión dejarme el pensamiento en cualquier sitio, algo así como “olvidado”.  Pero ayer, ayer mismo, cuando ya me iba del café… oí la voz fatídica: <<Eh, señor, que se olvida su pensamiento allí, colgado en aquella cornucopia>>

Al principio me hice el despistado, como si la cosa no fuera conmigo.  Luego, ya, y para no levantar más sospechas de hombre raro, etcétera…  dije que sí, que era yo quién lo había olvidado.  Luego me fui de allí dando 
un portazo.  Bueno, no sé si en realidad lo que realmente deseaba es haber roto los cristales de la puerta.

Y aquí otra vez, con el insufrible pensamiento a cuestas.  No sé si encerrarlo en el trastero bajo tres llaves e irme luego sin avisar a vivir a otra ciudad cualquiera… y que se pudra allí en el trastero.

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