10, junio, 2016
Tarde nublada, inexistente, densa,
quebrada, tal vez perpendicular, o lineal allá por donde se pierden los
autobuses.
El pensamiento no descansa, pero a
veces, como ahora, se apoya en una nube caediza que también, instintivamente,
viajaba a la deriva.
Al principio me hice el despistado,
como si la cosa no fuera conmigo. Luego,
ya, y para no levantar más sospechas de hombre raro, etcétera… dije que sí, que era yo quién lo había
olvidado. Luego me fui de allí dando
un
portazo. Bueno, no sé si en realidad lo
que realmente deseaba es haber roto los cristales de la puerta.
Y aquí otra vez, con el insufrible
pensamiento a cuestas. No sé si
encerrarlo en el trastero bajo tres llaves e irme luego sin avisar a vivir a
otra ciudad cualquiera… y que se pudra allí en el trastero.
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