jueves, 2 de junio de 2016



2, junio, 2016

¿Ha sido así desde siempre? 
Seguro que sí.  Y quizá siempre lo he sabido:  vengo aquí a descansar de la vida, o cuando la vida me expulsa de su lado demagógico…  opresor, mezquino…

Vengo aquí, casi al final de la primavera y, es muy cierto e instintivo: seguramente expulsado por la agresividad de la belleza, porque la belleza, sí, saben ustedes, cuando es desmesurada también es agresiva, y a mí hay veces que me agrede especialmente.

Viviría en una eterna primavera ya  fronteriza al verano, y claro está que es por carácter. O eso creo.
 
Se dice que, en un alto porcentaje somos  proclives –y rehenes- a ser reflejo de nuestra genética que, en parte, determina nuestros sentimientos, conductas o ancestrales manifestaciones colectivas.  Seguramente es así y no lo cuestiono, pero, también se sabe que a veces (no sé si son muchas veces…) esos Pueblos del Norte son muy alegres y bulliciosos en sus fiestas y celebraciones bajo un cielo sempiternamente nublado y una lluvia persistente. Tengo mis dudas…

A  mí sólo me gusta el sol, tibio, delirante de sombras sugeridas y sugerentes, voluptuosas.  Y sólo, en especiales momentos de plenitud puedo congratularme y disfrutar de las brumas y la lluvia.  Y por supuesto: de la infinita melancolía de esas gaitas de nuestro norte peninsular.

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