jueves, 16 de junio de 2016



EL AMABLE Y SILENCIOSO RÉGIMEN DEL TERROR.  31 de marzo, 2016

Por los desvanes del tiempo han venido los obreros, casi todos, también algunas ninfas urbanas, pero ahora con rastas y timbales, desorientadas, como ellos.  La ciudad (y su régimen político planetario), ciudad simplemente genérica, se tragó sus orígenes… y hasta sus seños, y ahora, ellos y ellas creen en una libertad que nunca tuvieron ni probablemente van a tener jamás.

Creen que vienen de algún lugar, pero, en realidad no vienen de ningún sitio: sin referencias orientativas (de clases sociales, principios, ética, moralidad elemental y universal…) ni orígenes identitarios la libertad puede ser tan falsamente grande que, sencillamente, se convierte en una prisión, en una opresión.

Pero no importa -¿o sí?-,  los días son soleados y estáticos.  El pertinaz viento del valle ha desaparecido por completo y, con él, toda mínima esperanza de movilidad física y sobre todo mental, venal y banal…  Un inmenso desierto planetario con montañas de mercancías nos cercan, nos ahogan y nos matan en almibarado silencio.
En el reino de la banalización más sangrante y absoluta, ya no hay nada que objetar, nada: tenemos… “su” democracia planetaria (salvo algunos países díscolos que serán sometidos, como siempre, a sangre y fuego por los demócratas…).
 
Y eso, que viva la libertad, blanca, translúcida, lánguida, demacrada, descarnada y vacía, ilimitadamente extensa, aterradoramente huérfana del mundo, ese que fue su casa, y hoy, es su gran desconocido: el mundo y sus habitantes.  Las grandes corporaciones mercantiles, dueñas del planeta, no conocen a sus habitantes, de los que viven y disponen a su antojo.

Y nosotros (adivine usted quién…), a ganar la libertad (su libertad) y perder la vida, sí, en cada instante banal y desacralizado, pues la vida debería ser sagrada.

La Vida era, fue, laicamente gloriosa y, casi obscenamente intensa, que es lo que debía de ser.  Y ya nunca lo será.

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