1 junio, 2016
La bodega, universo de letras y
taninos, fluorescentes y paisajes por donde el tiempo a veces s cuela y me
saluda con mano delgada y fría.
He transitado –una vez más- por todas
las direcciones emocionales y líricas a dónde me ha llevado la imaginación de
la vista; vista interior, en la que ya habitan miles de vocablos y estrofas
allá dónde sea, en desordenado ritmo que ama la belleza de una elipse y,
también, el dolor ciego e insondable de un amor impreciso que transita, tal
vez, en la cresta del horizonte que tiembla, ríe, calla y desaparece.
Ay, los crepúsculos vividos, esos que
siempre retornan, a veces para nada. Para nada.
Soy un hombre hecho de tardes y
crepúsculos, de sombras de luz y vientos imprevistos.
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