martes, 21 de junio de 2016



16, junio, 2016

La gente, o cierta gente, se esfuerza en hacer poesía, poesía auténtica, enérgica, con garra.  Y la poesía… ay… la poesía va por ahí, a su aire, casi obscenamente libre, sin preferencias cartesianas ni pseudolíricas, y, de pronto, desaparece o se posa, quizá por capricho, sobre el sombrero de un –aparentemente- frívolo ejecutivo.

Siempre ha habido un tiempo en que las palabras, sin llamarlas, han acudido a mí, a usted o a ella, así de pronto, sin presentarse una vez más.  Y vienen en bruto, a lo bestia, de golpe y sin avisar.  Y se van como han venido (ya que no hay que forzarlas para no molestarles).  Sólo muy pocas veces les saludo y, a veces, charlo unos segundos con ellas, y, en ese caso, me regalan una frase o una prosa que  a veces más bien parece un poema y, sin embargo, no lo es. ¿O sí?  Vaya usted a saber.

Pero ya digo, no hay que forzarlas, pues puede ocurrir que se enfaden, pues tienen memoria y tal vez son vengativas.

Vivienda del director (detalle). Óleo sobre lienzo, 100 x 50 cm.

No hay comentarios:

Publicar un comentario