18, abril, 2016
Cómo cuesta, cuánto volver a vivir.
Qué gran esfuerzo, sacado de no sé
dónde, el volver a asimilar las horas, ésas, en absoluta orfandad de de la
vida, de todo.
Qué largas las calles a ningún sitio.
Qué gran esfuerzo mirar al cielo para
nada.
Qué angustia íntima el ver de nuevo
asomarse la luna allá por dónde sea…
inesperada, y tener la desesperada certeza de que tras ella no hay nada,
nada se esconde, ni siquiera en los escombros de aquella lírica atronadora que
vino en tromba a mi vida.
Cómo cuesta, y qué caro resulta en
esfuerzos mentales intentar/reintentar volver al surco recto y voluptuoso de la
vida, sobre todo sin fe, sin anclajes, sin nada, para acceder, siquiera, a la
sombra o estela de una falda; a la grupa que pudiera llevarnos por un minuto, a
esos cielos diluidos sin nombre ni memoria.
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