11, mayo, 16
Un bosque hondo temblando en el
viento y un muro sagrado que guarda los besos sin tiempo que trae la noche
entre ráfagas anónimas y cansancio sin fin.
Hay un mundo parado, allá, por cualquier
sitio.
Hay cúmulos de vacíos concatenados y
graves.
Hay una voz perdida e inaudible en el
centro del bosque que nadie ha de escuchar.
Hay, en todo caso, un sendero de
retorno por el que nadie te llama ni te busca, ni te conoce; un sendero, en todo caso, para los momentos
singulares, únicos, graves.
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