miércoles, 3 de febrero de 2016



7, enero, 2016

Cuando los días eran luz, y vértigo del ritmo y del tiempo, y yo no sabía nada, ni quería saber de lo superfluo, porque casi todo lo era para mí, todo banal…

Cuando los días tenían curvas interminables, carreteras improvisadas, y, sueños desbordando los horizontes más altos y lejanos.

Cuando ni las horas, ni el futuro, ni el dinero y, ni lo más aparentemente “importante” importaba nada…

Cuando los días, sí, eran luz implacable y gloriosa, y yo no sabía de dónde venía aquella luz, aunque ahora sospecho que sólo procedía, o casi en su totalidad, de mí prolífica fantasía.

Dime, o dígame usted, y no me extenderé más: ¿De dónde viene y para qué sirve toda la imaginación y fantasía de de este mundo? ¿Lo sabe usted? ¿Lo sabes tu?

Seguro que no.

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