domingo, 7 de febrero de 2016



2, febrero, 2016

De vez en cuando –recuerdo-, en ese lento e imperceptible goteo, al principio solemne, luego semicircunspecto, más tarde recurrente  y, luego, ya, ni siquiera pseudofilosófico sino más bien resignado, asumido y hasta –creo que es el caso de ahora mismo- cutre…  Pues sí, de vez en cuando los amigos/as casi de adolescencia, nos empezamos a encontrar, sin habernos citado previamente, en uno de esos amplios  edificios  municipales situados en la periferia de la ciudad.

Ya digo, o quiero decir… era/es un goteo pero, con un punto neoliterario  (al menos yo así lo veía) y, en el que de pronto, estábamos todos allí congregados (ay…): un hermano de alguien,  un amigo del otro o del de más allí, así sin más, siempre sin avisar, había decidido trasladarse a la otra gran ciudad de la periferia; y resulta, mira por dónde, que esa “otra gran cuidad” era mi dominio estético-icónico-místico-emocional casi absoluto.  Yo no les decía nada, claro está, para no ser o parecer un pelma, pero sabía que podía hacerles conocer cada uno de los secretos más recónditos de “esa ciudad” paralela a la otra, a la nuestra: impresionantes esculturas, textos de todo género grabados en piedra y ornamentos de todos los estilos.  También sabía que, en esos momentos tan… socialmente singulares, no procedía proponer a nadie un recorrido turístico-artístico-necrológico.

Hoy, es distinto, hemos perdido –quizá- algo de chispa (si es que ha había), y yo, sigo reprimiéndome, pues la gente es muy seria y uno es algo imprevisible en eso de la ironía.  Así que, cuando todos los actos terminan, sea por la mañana o por la tarde-noche, salgo del complejo y enfilo una de las calles principales y arboladas, claro está, con los consabidos cipreses.  No obstante me asusta, me da un poco de miedo, o me desconcierta que, ahora, aunque el pensamiento nunca está vacío, aparentemente ni siquiera pienso, o no sé si ni siquiera pienso en algo.

O no sé ya, en realidad, si voy o vengo, si ironizo interiormente o, ni siquiera hago el gesto.

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