Esta tarde-noche hay una esfera que
gravita en el pensamiento y la imaginación de extensas clases sociales.
¿Variadas clases sociales? Desde luego que no.
Esta tarde (me acabo de
enterar), esa inocente esfera confeccionada de cuero, cobrará su consabido
protagonismo sobre una pradera rectangular de dimensiones concretamente
rigurosas, y, cientos de miles de cerebros esperan, con apremio y emoción, ver
saltar al campo de hierva dicha esfera, y, zarandeada ésta de pies a pechos, a
cabezas, a porterías, a gol directamente, o, <<fuera de juego>>. Un día que, por aburrimiento extremo, le
pregunté a un señor que qué era un <<fuera de juego>>, éste, muy
apasionadamente, intentó explicármelo hasta el aturdimiento, pero yo ya no le
escuchaba. Sólo miraba a una mujer cercana y su elástico cruce de piernas, ¡ay!...
Hoy, sólo quisiera ser una
vaca lechera asturiana, esas de mirada tan melancólica de las que, la verdad,
es muy fácil enamorarse. Sí, ser una
vaca asturiana, o cántabra y, antes que la esfera se ponga a rodar por la gran
pradera, comerme toda la hierva fresca regada con esmero, un gran atracón de
forraje que deje el “prado” impolutamente pelado.
Quién pudiera ser vaca
lechera para poder pastar en esos “cándidos prados” por los que se pasean cientos
de miles de euros virtuales, con esa caída de ojos, tan triste y lánguida, que
tienen las verdaderas vacas del norte de España.
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