viernes, 19 de febrero de 2016



13, febrero

La vida, o los días, además de ser una constante metáfora de sí mismos, también es, y son, en sus múltiples facetas, una constante terapia.

Veo desde aquí, desde la mesa del café, unos muslos enfundados en su correspondiente vaquero, y, quizá debería haber dicho (en plagio de –casi- cualquier prosista lírico del castellano contemporáneo)  <<unos muslos gloriosos>>, pero se que no cuela y además me da lo mismo, o me importa un pimiento, o una mierda.

Ahora, ahora sí, tocaría hablar, siquiera en esbozo, de las terapias múltiples… ¿Qué eran, o cómo podrían definirse para uno, las múltiples terapias?

En estos días proyectan la película <<La juventud>>, de Paolo Sorrentino; es decir, el mismo director de <<La gran belleza>>.  Dada mi inestabilidad emocional en estos meses, no sé si debería ir a verla.  No obstante, si voy a verla iré acompañando, e iré acompañado de mujer estable, lírica y clásica (la prolongada convivencia en el amor adquiere –quizá- categoría de un clásico) por si acaso me da un ataque de ansiedad, que podría darme, aunque nunca me ha dado, y ella, seguro, en su inteligencia y sabiduría natural podrá asistirme, podrá devolverme a la Realidad, esa realidad drástica que, a veces, de tan distanciado de ella, tanto necesito que me hagan ver, y, si pudiera ser, y ya pidiendo mucho, digerir...

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