13, febrero
La vida, o los días, además de ser
una constante metáfora de sí mismos, también es, y son, en sus múltiples
facetas, una constante terapia.
Veo desde aquí, desde la mesa del
café, unos muslos enfundados en su correspondiente vaquero, y, quizá debería
haber dicho (en plagio de –casi- cualquier prosista lírico del castellano
contemporáneo) <<unos muslos
gloriosos>>, pero se que no cuela y además me da lo mismo, o me importa
un pimiento, o una mierda.

En estos días proyectan la película
<<La juventud>>, de Paolo Sorrentino; es decir, el mismo director
de <<La gran belleza>>. Dada
mi inestabilidad emocional en estos meses, no sé si debería ir a verla. No obstante, si voy a verla iré acompañando,
e iré acompañado de mujer estable, lírica y clásica (la prolongada convivencia
en el amor adquiere –quizá- categoría de un clásico) por si acaso me da un
ataque de ansiedad, que podría darme, aunque nunca me ha dado, y ella, seguro,
en su inteligencia y sabiduría natural podrá asistirme, podrá devolverme a la
Realidad, esa realidad drástica que, a veces, de tan distanciado de ella, tanto
necesito que me hagan ver, y, si pudiera ser, y ya pidiendo mucho, digerir...
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