10, viernes, octubre. En la antigua bodega
Huyo de las tragedias como alma que
lleva el diablo. Pero yo sé que siempre
voy y que siempre me acompaña mi propia tragedia lírica, épica, austera o barroquizante.
Soy consciente, desde hace años, de
ir al filo y en el filo del abismo más vertical, simbólico, metafórico y sobre
todo sumamente peligroso. El peligro nunca es –obviamente- la muerte, sino la
“buena vida”, cuando ésta se enquista en la más sangrante vulgaridad.
Un día, igual que a ti o a usted, me abandonará la vida, y si veo
venir la finitud plácida y lírica
(¡sobre todo lírica!), será mi gran triunfo… pero sobre todo mi gran
descanso.
Me avergüenza el reconocerlo, admitirlo, pero casi todo, en
lo más recóndito del interior, me parece (y así lo vivo) de una vulgaridad indigerible, sí, indigesta,
antiestética y casi obscena.
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