viernes, 9 de octubre de 2015



9, octubre. Notas desde la antigua bodega.

Corriendo, a través de los sombríos e inciertos túneles del otoño he venido hasta aquí, sombra húmeda de equilibrados taninos, viento decimonónicamente   quieto y detenido en paredes historiadas cuya historia  y estética, sólo son los años y poco más.  Grandes toneles a los  que quizá acudieron <<los borrachos de sobra negra>>  (de Machado) y también la luz clara; luz saludable de familias, parejas fugaces y enamoradas y niños consentidos y siempre impertinentes e insoportables, por su puesto.


En este periplo de carreras desesperadas por las calles, el otoño, en varias ocasiones, me ha cortado el paso grosera y deliberadamente.  Pero yo como si nada, diciéndole (¡a estas alturas¡), que el amor convencional lo mueve casi todo en la vida. Que el vuelo de una falda puede provocar un inmenso huracán, un seísmo y, un beso, un solo beso, una muerte instantánea y deliberada, provocada y gloriosa.

Y, una noche de amor –ay-, un lento y prolongado secuestro por los imprevisibles senderos del laberinto.

Ay, por favor, ¿quiere usted, o quieres tú, acompañarme en esta noche por el imprevisible surco del laberinto?

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