SEGUNDA PARTE
Siempre suele haber un señor <<muy
comprometido>> que desea llevarse al huerto a la primera pardilla que recale
en sus fauces cual cervatilla (me fascina la cursilería de
<<cervatilla>>) asustada que, desea asustarse. Es pura estadística y, claro, todo esto no
tiene mayor relevancia. Aunque,
cualquier historia de estas, por muy genérica que sea, siempre es un poco
chusca y de registros muy
parecidos: Hombre interesante, que
cultiva la imagen pero, sobre todo, sabe mover las teclas con asombrosa
precisión en el momento oportuno (<<compromiso>>: ¡qué bueno esto!,
literatura y múltiples escenografías), echa las tupidas redes a mujer candorosa
que desea ser seducida con urgencia. Algo
poco original y, sí ya muy antiguo.
Otra forma (siempre es lo mismo):
filósofo o pseudo-filósofo, cantautor o literato desea tirarse, con extremo
apremio, a mujer candidata y confusa
(emocionalmente) para que ésta pueda así ahorrarse la abultada factura de un
psicólogo, ¡que hay que ver lo caros que están los psicólogos, por dios!
-Pero, ¡y a mí qué me cuenta usted!, -dice muy ofendida-. A mí no me interesa el arte ni nada parecido,
sólo lo inmediato; y menos aún la lírica reposada, esa que sólo navega en las
aguas tranquilas y exclusivas de la pausada y sentida reflexión de las horas
vividas… o por vivir.
Y resulta, mire usted por dónde, que
la mujer que tiene apremios de existencia y narcisismo, además de sus encantos
(que conoce perfectamente) tampoco sabe
muy bien, o más bien nada, qué es eso de <<la reflexión de las horas
vividas>>>, pues ella, en general, reflexiona a salto de mata, y, ya
sabemos todos aquellos ya empachados –¿quizá?- de exceso de reflexión que, a
veces, el ir <<a salto de mata>> no es el mejor de los escenarios
para recomponer la vida (cualquier vida), sino que por el contrario, así se
vive muy mal; es decir: se vive simultáneamente, en el fondo y la superficie…
cosa sumamente compleja.
Y, ¿por qué se
vive mal?, dirá, dirán ustedes (y yo mismo…).
Pues porque sencillamente no se asimila nada o casi nada, y la INTENSIDAD
DE LA VIDA reside, precisamente, en lo
contrario: en ser conscientes –también…- de asimilar, al menos, todo aquello
que nos devuelve <<de nuevo>>
a todo ese inmediato mundo inabarcable de los <<cielos>>
ganados con esfuerzo…
(Los cielos cultivados del ensueño, a
veces, no siempre, son parte inexorable de los cielos vividos y deglutidos en
la tierra; y porque estamos y somos de la tierra, irreversiblemente. Hay, quizá, gloriosas y muy efímeras
excepciones que nunca tendrán una ubicación concreta. Pero eso ya es otra
historia…)
Etcétera.
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