domingo, 21 de junio de 2015



21, JUNIO

Salir… Salir a las calles, a la sombra intensa y quiete de sus múltiples luces, de sus múltiples sombras y subsombras.

Terrazas dopadas de sempiterna sordidez, gentes fosilizadas bajo el benigno manto dónde acaba la tarde de un domingo cualquiera. Ése, éste, que no formará parte de ninguna historia popular y, ni mucho menos secreta: todo está expuesto: es lo que se ve y no hay más.  Dan ganas de volver a la carrera a la segura penumbra (también incierta) del hogar.

Declina ya, en uno, todo aquello que jamás  hubiera pensado que transigiría con ello.

Hace muy poco me indignaba, pero ahora… ¿Qué más dará que al final hagan o no hagan un nuevo campo de futbol?  Lo harán de todas formas, y con urgencia, al igual que las nuevas iglesias, construidas siempre con apremio y sin que nadie pregunte de dónde salió el presupuesto.  Y, ¡de dónde va a salir!

Sí, uno tal vez declina, pero más aún en lo que detesta, para no amargarse más todavía.

Algunas calles laten, ya palpitan con el estampido inercial, anónimo y eterno de un pueblo dócil, siempre “sensible”…, quizá buena gente, desde siglos, que en un momento dado siempre están con el más fuerte.

Hoy vibran, esporádicamente, aquí y allá, todos los bares en dónde televisan los festejos de gladiadores.

¿Han soltado ya a los leones?  Sí, seguro.  Ya las grandes bestias enfurecidas sobre el césped impoluto patean con sus botas (escudos, lanzas, lo que quiera que sea…) para dar el espectáculo. Sí, ya se oye desde aquí, en plena calle.
 
Pero, a qué decirlo: a mí los leones siempre me dieron miedo en aquellas películas de romanos, gladiadores aguerridos y lánguidos cristianos que cantaban antes de morir.

Hoy, y sin tregua (ya desde entonces) , el circo está asegurado. Y el circo –en el sentido que sea- lo inunda todo.

Y pensar que nadie daba un duro (o un denario) por la perpetuación del imperio a partir del siglo tercero de nuestra era. Qué cosas: vivir para ver.

El estudio.


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