21, JUNIO
Salir… Salir a las calles, a la
sombra intensa y quiete de sus múltiples luces, de sus múltiples sombras y
subsombras.
Terrazas dopadas de sempiterna
sordidez, gentes fosilizadas bajo el benigno manto dónde acaba la tarde de un
domingo cualquiera. Ése, éste, que no formará parte de ninguna historia popular
y, ni mucho menos secreta: todo está expuesto: es lo que se ve y no hay
más. Dan ganas de volver a la carrera a
la segura penumbra (también incierta) del hogar.
Declina ya, en uno, todo aquello que
jamás hubiera pensado que transigiría
con ello.
Hace muy poco me indignaba, pero
ahora… ¿Qué más dará que al final hagan o no hagan un nuevo campo de futbol? Lo harán de todas formas, y con urgencia, al
igual que las nuevas iglesias, construidas siempre con apremio y sin que nadie
pregunte de dónde salió el presupuesto.
Y, ¡de dónde va a salir!
Sí, uno tal vez declina, pero más aún
en lo que detesta, para no amargarse más todavía.
Algunas calles laten, ya palpitan con
el estampido inercial, anónimo y eterno de un pueblo dócil, siempre “sensible”…,
quizá buena gente, desde siglos, que en un momento dado siempre están con el
más fuerte.
Hoy vibran, esporádicamente, aquí y
allá, todos los bares en dónde televisan los festejos de gladiadores.
¿Han soltado ya a los leones? Sí, seguro.
Ya las grandes bestias enfurecidas sobre el césped impoluto patean con
sus botas (escudos, lanzas, lo que quiera que sea…) para dar el espectáculo.
Sí, ya se oye desde aquí, en plena calle.
Pero, a qué decirlo: a mí los leones
siempre me dieron miedo en aquellas películas de romanos, gladiadores
aguerridos y lánguidos cristianos que cantaban antes de morir.
Hoy, y sin tregua (ya desde entonces)
, el circo está asegurado. Y el circo –en el sentido que sea- lo inunda todo.
Y pensar que nadie daba un duro (o un
denario) por la perpetuación del imperio a partir del siglo tercero de nuestra
era. Qué cosas: vivir para ver.
El estudio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario