15, de abril. Carta a WEIN MIN-LI
Mi querida Wein Min-Li, hoy es un día
nublado, Y así ha permanecido toda la mañana y parte de la tarde, que son las
horas en que te escribo.
Creo que dijeron que en todo el
centro del gran valle iba a permanecer así unos días.
Wein, qué lejos tú. Ayer me acordé de ti todo el día, era un día
sin historia ni sombras, ni viento, y con un inmenso dolor emocional que yo no
recordaba en mí. Luego, fui subiendo, poco a poco, hasta el gran parque. Intenté tardar en sentarme, pensando tal vez
en respirar mejor o, que tal vez llegase, mientras tanto, una luz de donde
fuera, pero nada.
Allí cerca saludé a unos atletas
conocidos que se preparaban para el entrenamiento.
No sé cuánto tiempo permanecí allí,
recostado, inerme, pensando vagamente en tanta fantasía y felicidad con la que vivíamos en King Tuen. ¿Todo fue un sueño,
Wein? Y si pudo ser así –que no lo fue
en absoluto-, ¿cómo pudo llegar a ser tan intenso, tan arrebatador, casi tan
violento?
Mi adorada Wein: allí, en tu ciudad,
no merece la pena que cuentes ni siquiera una pequeña parte de nuestra
historia, ya que nadie la creería.
Pero pienso ahora en aquellas tardes
y noches y, todo mi entorno de presente desaparece, no hago pie, no hay suelo
bajo mis pisadas y, por lo cual, vivo en un estado de miedo constante que no
puedo contar a nadie, pues se que no lo van a entender.
Tú y yo construíamos la vida cada
día, y era todo el entorno el que se predisponía a prestarnos su complicidad
incondicional. Teníamos la certeza de
que era así, y, sólo por tan intensa comunicación así llegaba a ser realmente.
Jamás olvidé nuestros primeros días
allí, ¡tantas emociones!
¿Recuerdas cuando subimos al tejado? Llovía
y llovía, y ninguno de los dos deseábamos entrar en el interior de la casa.
Sé que te volveré a escribir, pero
hoy es uno de esos días aciagos en extremo, y me cansa hasta el pensar, el
escribir…
Llevo dos días pensando con cierta
vaguedad en el argumento central de una película de cuando yo era muy, pero que muy
joven, y ésta era Muerte en Venecia.
¿Se pueden sublimar –más aún- las
situaciones como las que hemos vivido tú y yo en tu gran país? No puedo ni contestarte, no tengo
fuerzas. Es como si todavía llevase el
agua encima de aquella noche de lluvia, y ahora, ya pasado un tiempo, es cuando
siento el cuerpo mojado, aterido y, todo el ahogo de una inundación (de amor)
que sólo vive en mi interior.
En todo caso, Wein, es como si fuera
una inundación real en la que puedo fenecer
con toda probabilidad.
Siempre tuyo
Guido.
Óleo sobre lienzo, 1995. Dimensiones, 100 x 81 cm. Obra de Guillermo Cabal.
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