2, FEBRERO, 2015
Cuando
yo me levante desnudo esta noche y, veas así, ante ti, el drástico rigor de los
años…
Si
me levanto despacio para abrir la ventana y pensar, o querer creer que la leve
humedad todavía podrá venir desde Oriente…

creían imposibles o
exageradas.
Vean pues, esta noche, sobre el amplio espacio azul ultramar oscuro. De nuevo Selene desplaza todo su inmenso universo con Wein Li, sí, hacia Wein Li.
-Pero,
¿ya quieres seguir a Selene, hoy, ya tan pronto de habernos conocido?
-Dime
entonces, ¿qué argumento de peso habrás de darme para que evite este largo y
raudo viaje imprevisible que hoy me espera? No te confundas. Yo siempre he sido así.
-Ve
pues, hasta esos montes del norte de Oriente, pues ya no recordaba la drástica
velocidad ente tu partida y posterior retorno. Ah, y dale recuerdos a Wein de
mi parte.
-Se
los daré.
-Tal vez me quede unos días, mientras llegas, pescando en estas aguas. Compraré una caña y unos aparejos.
(Texto encontrado casualmente.) 29 de junio de 2013. CASPE
Mira, o mire usted qué cosas. Aquí, yo, en la antigua casa de labranza de
principios del XIX, con música inquietante, entre medieval y de película
trágica. Aquí, en el antiguo patio de las caballerías (o los burros), hoy
repulido y exquisito, igual que un cadáver en su último acto de presencia
pública.
Un flexo, tenues velas encendidas
dispuestas por el suelo, leves luces de algún objeto-escultura conceptual y,
cuadros de distintas épocas, inermes, como expectantes, adecuadamente
distribuidos.
A mí la reiteración a veces me
aburre, y aunque sea histórico-cultural me crea rechazo por saturación; un
rechazo que no puedo ni quiero digerir: por ejemplo, el Compromiso de Caspe y
todo eso…
Pero, mire usted por dónde, que, en
medio de esta penumbra y la música celto-irlandesa a todo trapo, y mientras
escribía no sé qué, alguien ha empujado la puerta y, al entrar, ha apagado casi
todas velas con el roce de su largo vestido.
Cualquiera sabe que el escepticismo
crea un hábito demoledor e irrecuperable.
Pero he mirado, a ver quién era, he mirado con duda, miedo…,
incredulidad y retorno, sí: mucho retorno.
Y me ha dicho, ella, sí, inequívocamente, en voz muy baja:
-Buenas noches. He visto luz, velas
encendidas. Vengo de la comitiva de los Compromisarios, agotada. Cuantos años ya de eso, ¿verdad?
-¡Venga ya!, y ahora me haces un truco de magia, ¿no? -Pero no ha sido así. Solo me ha besado, casi violentamente, contra
la pared. Yo me dejaba, claro está….
Fotos: Casa-estudio Guillermo CABAL, en Caspe, Zaragoza.
Creo recordar que los sillares del
patio estaban fríos, o húmedos. Creo recordar que el resto de las velas
encendidas temblaba, sin viento alguno.
¿Quizá el suelo brillaba, por aquella
exigua luz?
¿Había regresado Selene al cielo
después de tantos años?
¿Respiraba yo acaso, de nuevo, la
humedad de los bosques en la tarde?
¿Estaba cerca de mí –otra vez- el
rumor de las fuentes en los hondos barrancos de las sierras?
¿Habría llegado la nieve a las cumbres,
ahora en verano, de nuevo en los crepúsculos, esos, ya despojados por fin de
tiempo alguno?
¿Habría habido, en esos años de mi
ausencia, una superpoblación de ninfas en los bosques que, inevitablemente, las
inducía a vivir hacia las grandes urbes..?
Sí, quizá los sillares estaban
húmedos, el suelo del patio frío, Quizá
la luna yacía en algún lugar del antiguo cauce del río Guadalope. Quizá la noche dormía para siempre, no sé…, y
yo permanecía despierto.
Quizá, sí, la noche dormitaba y, el
alba, el crepúsculo o lo que fuese… los siglos y el mar de su pelo, la curva
imaginada de su voz, el abismo de sus ojos…
Quizá, quizá eran el pulso del tiempo resumido en un instante y para
siempre, sin saberlo.
Sí, sin saberlo. Para siempre.
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