miércoles, 7 de enero de 2015



7, ENERO, 2015

Ya fuera de la ciudad (Zaragoza), la niebla envolvía toda la sierra de el Moncayo.


La gran mole de la hospedería-ermita preside el entorno y anuncia el inicio de la sierra por el oeste.


Cuando el amor se intuye, cuando el amor palpita (aunque sea a lo lejos), o cuando el amor llega… sea  éste como fuere: en forma de nube, de arquitectura, de coche, bicicleta o campo abierto, entonces, si es que llega el amor, de nuevo el mundo se descubre y se postra ante nosotros, humildemente, y nos entrega todas sus armas y bagajes con una naturalidad que sobrecoge.


Si aprendo a vivir el presente, si aprendo a escuchar el pulso del instante (cosa difícil, creo) habré ganado, sin duda, una parte del amor; una parte del  <gran amor>.


Pero, ¿y el resto? ¿Es esa otra gran parte a la que siempre se aspira porque siempre se quiere el lote completo del amor?

Yo, hoy, también deseo y quiero el lote completo; el lote competo de lo que sea.  Lo demás simplemente son medianías, tal vez, o simplemente vivir la vida a medio gas.


¿Quiere usted vivir conmigo a todo gas en estos años venideros?


(Ya en la noche, la Luna me miraba, en silencio, sin decir nada, sin opinar, callada, enmudecida como una mala puta sin clase o un cabrón cualquiera, sin dignidad ni mínima cultura. 

 Y qué dolor  produce  el silencio de la Luna en la noche clara…)

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