domingo, 7 de diciembre de 2014



ANTONIO CÁSEDAS: EL PINTOR DEL NEO-RENACIMIENTO Y EL NEO-ROMANTICISMO.  (4 de diciembre, 2014)


El pintor Antonio Cásedas y yo, en mi casa.Estuve ayer con el pintor y su novia, Cristina. Fuimos al café El Sol, y al poco, muy poco a poco, ya estábamos los tres en una conversación divagante  y tal vez un poco etérea.


Ya sé que es fácil y no tiene mérito alguno que, cuando alguien deja de brillar (socialmente, quiero decir; y entiéndase esto) no hay “problema” entonces en alabarle ni, por supuesto, tampoco es meritorio para quién lo hace.  Pero, de este pintor, y a mediados de los setenta, han bebido y hemos bebido muchos del entonces llamado Realismo Mágico.   

Naturalmente, esto que digo, jamás lo reconocerán los pintores que en aquella primerísima juventud se inspiraron, y nos inspiramos, de una u otra forma, en él.  No lo harán jamás, desde luego,  en toda esta región e incluso, pintores venidos de la provincia de Soria y afincados aquí han bebido, inicialmente, de su gran fantasía, imaginación, y, sobre todo, de su gran e ilimitado lirismo estético y artístico.


Pero bueno, ahora ya, algunos nos hemos quedado con las sombras luminosas y los versos que siempre nos trae la noche, tan puntual como siempre, por las grandes avenidas estremecidas de estrofas e incesantes vibraciones de música que tal vez proviene de las estrellas cercanas.


Qué gran indignación me produce ese, en cierto sentido, anonimato presente e inmediato.  ¿Fue debido a tanto y por tanto soñar?  SÍ, eso dirán muchos con ironía contenida y hasta un sarcasmo un tanto malicioso.

Ella, Cristina, le ama, y le ama a él tal y como es y por lo que es, ya que nunca este pintor dejó de ser quien es: un gran pintor lírico; sí, ya sé:  no quiso “pisar tierra” casi nunca y, en gran parte lo consiguió, y en eso sigue, con lo que puede afirmarse –es mi opinión- que ha triunfado plenamente en la vida (y en la pintura), pues la vida, en su gran esencia, es casi todo aquello que sentimos intensamente y con gran pasión.  Lo demás, o al menos para mí, son simplemente películas vacuas o ruedas de molino que cotidianamente nos tratan de vender.  Pero, ¡ay!, el precio que se paga por esta actitud –podrán imaginar ustedes-  ¡es muy elevado!, demasiado elevado…


(Afuera, en la sordidez del tedio y la cotidianidad más descarnada, siempre hay un señor, con su prole y su buena familia; un empleado –virtual o metafórico- que lo único que le interesa es cobrar la factura del gas, o el teléfono, la comunidad, el agua, la electricidad o lo que quiera que sea…

Afuera, hace un sórdido -y también metafórico- viento de mil demonios que a algunos, no nos hubiera o debiera de haber afectado jamás, pues la sordidez nunca ofrece alternativas (en todo caso sólo atrae más sordidez) y, antes de llegar a ella, es  preferible la muerte; una muerte gloriosa e incendiada de crepúsculos eternos.  Sí, sí, así es. A veces, es que no hay alternativa y, más aún –paradójicamente-, si es que se quiere Vivir.)


Arriba en la foto, El pintor Antonio Cásedas (a la izda.)  y yo, en mi casa.

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