ANTONIO CÁSEDAS: EL PINTOR
DEL NEO-RENACIMIENTO Y EL NEO-ROMANTICISMO.
(4 de diciembre, 2014)

Ya sé que es fácil y no
tiene mérito alguno que, cuando alguien deja de brillar (socialmente, quiero
decir; y entiéndase esto) no hay “problema” entonces en alabarle ni, por
supuesto, tampoco es meritorio para quién lo hace. Pero, de este pintor, y a mediados de los
setenta, han bebido y hemos bebido muchos del entonces llamado Realismo
Mágico.
Naturalmente, esto que digo,
jamás lo reconocerán los pintores que en aquella primerísima juventud se inspiraron,
y nos inspiramos, de una u otra forma, en él.
No lo harán jamás, desde luego, en toda esta región e incluso, pintores
venidos de la provincia de Soria y afincados aquí han bebido, inicialmente, de
su gran fantasía, imaginación, y, sobre todo, de su gran e ilimitado lirismo
estético y artístico.
Pero bueno, ahora ya,
algunos nos hemos quedado con las sombras luminosas y los versos que siempre
nos trae la noche, tan puntual como siempre, por las grandes avenidas
estremecidas de estrofas e incesantes vibraciones de música que tal vez
proviene de las estrellas cercanas.
Qué gran indignación me
produce ese, en cierto sentido, anonimato presente e inmediato. ¿Fue debido a tanto y por tanto soñar? SÍ, eso dirán muchos con ironía contenida y
hasta un sarcasmo un tanto malicioso.
Ella, Cristina, le ama, y le
ama a él tal y como es y por lo que es, ya que nunca este pintor dejó de ser
quien es: un gran pintor lírico; sí, ya sé: no quiso “pisar tierra” casi nunca y, en gran
parte lo consiguió, y en eso sigue, con lo que puede afirmarse –es mi opinión-
que ha triunfado plenamente en la vida (y en la pintura), pues la vida, en su
gran esencia, es casi todo aquello que sentimos intensamente y con gran
pasión. Lo demás, o al menos para mí,
son simplemente películas vacuas o ruedas de molino que cotidianamente nos
tratan de vender. Pero, ¡ay!, el precio
que se paga por esta actitud –podrán imaginar ustedes- ¡es muy elevado!, demasiado elevado…
(Afuera, en la sordidez del
tedio y la cotidianidad más descarnada, siempre hay un señor, con su prole y su
buena familia; un empleado –virtual o metafórico- que lo único que le interesa
es cobrar la factura del gas, o el teléfono, la comunidad, el agua, la
electricidad o lo que quiera que sea…
Afuera, hace un sórdido -y
también metafórico- viento de mil demonios que a algunos, no nos hubiera o
debiera de haber afectado jamás, pues la sordidez nunca ofrece alternativas (en
todo caso sólo atrae más sordidez) y, antes de llegar a ella, es preferible la muerte; una muerte gloriosa e
incendiada de crepúsculos eternos. Sí,
sí, así es. A veces, es que no hay alternativa y, más aún –paradójicamente-, si
es que se quiere Vivir.)
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