jueves, 20 de noviembre de 2014



10, NOVIEMBRE   

He puesto un CD: Madama Butterfly…

Ni siquiera me atrevo a darle al PLAY, no sea que, para colmo, vaya a soñar más todavía.  En todo caso el argumento de la obra me interesa poco, sólo la “plasticidad” sonora de tal ópera.
No hay retorno, no, no lo hay para el mundo de la fantasía, onírica o, como quiera que sea.

Si intentas retornar,  si lo haces, entonces te quedas sin vida, y como ya es sabido se vive muert@.

No hay novedad bajo los astros, ni de toda la galaxia, sólo nuestra fantasía, o nuestras luces, que modificamos –quizá inconscientemente-  a capricho.  Si no lo hacemos, tenemos todos los boletos para ser cadáveres en vida, y si lo hacemos, entonces vamos permanentemente por el abismo, un abismo pleno, luminoso, y, quizá mortal. ¿Mortal…?
Pero la muerte llega siempre, de una u otra forma, con mil caras.  No lo olvidemos nunca.

Al fin, le he dado al PLAY, y ha salido la voz de María Callas, creo que en el último acto.

He seguido soñando, vivo o muerto, no lo sé, pero en el lado del abismo, eso sí es seguro.

Si luego voy a correr, que iré, el corazón me avisará una vez más de su vigencia física y real y de su buena salud, que ya conozco.  Pero a mí eso me será -y es- indiferente porque no aprecio y nunca he apreciado cierta vida <real>, solo el fulgor de la noche clara e infinita.

Y uno, quede claro, no es ningún cursi. Uno odia las cursilerías superlativamente.   Uno va, muchas veces, muchísimas, con una linterna virtual en la noche cerrada, buscando la vida, a tientas, sin pretenderlo, tal vez con miedo y sin querer encontrarla.  Pero ésta –quién sabe- podría presentarse incluso sin llamarla; ¡ay… podría presentarse…!
¿Y si se presenta? ¿Y si llegase de pronto mañana, o en la tarde perpetua y parada de un tiempo sin tiempo?

Si viene, dejaré el cuerpo en el vacío (no puedo hacer otra cosa), que se despeñe hacia el abismo, y alzaré el vuelo o moriré en el intento.
No existe la muerte.  Sólo la muerte de los sueños y de las prosas sagradas, auténticas, esas que despiertan en el intenso y litúrgico incendio de los cielos, allá en el crepúsculo, donde, tal vez, se vive o se muere para siempre en un <lugar> del cosmos.
                                                             10 de noviembre. 9´30 horas.

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