30, NOVIEMBRE, 2014
(¿Casi todo el día bailando?) También a veces anotando, o escribiendo. Y
trabajando muy poco; pintando muy poco, o casi nada.
Media vuelta, vuelta entera, doble
vuelta, vuelta doble. Arriba y abajo,
izquierda y derecha. “Oh, oh, oh, oh,
yeaaaah, ah, ah, aaaaaaaaaah!!!” y así
todo el rato. Rock duro, menos duro, más
blando, también Pink Floid y, por supuesto, la francesita ZAZ…
Cuando quiten la música, de golpe, y
digan que el baile ha acabado, yo disimularé.
O diré, olvidando mi auténtica identidad (quizá ancestralmente céltica),
que me gusta ese ritmo, que yo soy así…
Pero, ¿cómo somos? ¿Quiénes somos? ¿Tenemos una o tres solas identidades, o, tal vez más de treinta?
Pero,
habrán de quitar la música; esto no va a seguir así hasta el final de
(mis) los días, ya que nunca fue así.
Vendrá el dueño del local y dirá que
ya es la hora, y que quién quiera seguir que lo haga en la calle, solo, o en su
casa. ¿Habré de bailar entonces en la
calle, solo, a la intemperie del mundo, o de mi Gran Mundo, ya en la noche,
mientras todos duermen, solo, yo en la noche, bailando sin cesar, porque
empiezo a creer –con cierta duda- que la mañana estallará de pronto con gran
despliegue y regalos por doquier de múltiples colores?



¿Te veré yo primero? ¿Serás tu quién me veas?
No sé, pero si vienes tú, hacia mí,
por sorpresa, te diré, casi implorando: Quítame esta pluma, libérame las manos
de ella y tírala al mar, y con ella también todo el paquete de folios, pues ya
no puedo parar de escribir y escribirte; escribirte siempre a ti.
-¿Vamos, ahora mismo, si quieres, a
bañarnos desnudos en el mar?
-Tal vez sí, pero no estoy segura. –Quizá digas eso, no sé...
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