15, NOVIEMBRE
Queridos amigos/as, creo
sinceramente que “la vida es terna en cinco minutos”, como decía Víctor Jara en la canción. Bueno,
o tal vez un poco más.
¿Eterna en cinco minutos,
tan breve?
Pues sí, puede ser, pero no
os voy a desvelar ahora el secreto o la fórmula, pues además estoy comiendo y,
también, de vez en cuando dejo el plato y me pongo a bailar…, y no necesito
escoba, ni mágica ni prosaica, sino que bailo solo. La paz de esta casa-estudio
es así…, pero no siempre.
Ahora, por ejemplo, podría
deciros que suena “Éblouire par la nuit”, de ZAZ, CD que le regaló Izascun (mi hija) a
mi amor de siempre, M. Yolanda.
Pero en esta canción ya no
bailo, sólo escucho, sueño, pienso, casi muero un poco y, también escribo esto.
Apreciados amigos/as, uno
tiene ya unos años, ¡qué le vamos a hacer!
Uno, ha visto muchos horizontes, caminos que van a la nada y, sí, sobre todo
muchos crepúsculos. Pero a veces, en un
aciago crepúsculo (que sólo es pesimismo, sólo) puede amanecer de nuevo. Sí, es un misterio, lo sé, no me preguntéis
por qué, pues lo desconozco.
¿Podéis imaginaros, por un
instante, lo que es ver al mismo tiempo el crepúsculo y el amanecer? No sé si lo veis, pero yo lo he tenido frente
a mí cinco o ciento ochenta minutos, ciento ochenta años, no sé.
Os recomiendo
encarecidamente que miréis el crepúsculo mañana, a ver si descubrís la misma
simultaneidad que yo, o al menos, una pluma como la mía, hoy simpática y
sonriente, pero –ay- también decimonónica hasta la tragedia, y que os escriba
todo esto con letras de plata y ensueños de eternidad, si es que los hay.
Basta sólo con creérselo,
aunque no sea cierto, por si acaso, por si fuera que la vida puede ser eterna
en tan sólo, sí, sólo cinco minutos.
Si tal cosa os ocurre, que
lo disfrutéis.
En todo caso, este texto va
principalmente dedicado a todas las ninfas del mundo. Ah, y por cierto, ¿es usted, o eres tú, una
ninfa de este mundo?
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