He puesto un CD: Madama
Butterfly…
Ni siquiera me atrevo a
darle al PLAY, no sea que, para colmo, vaya a soñar más todavía. En todo caso el argumento de la obra me
interesa poco, sólo la “plasticidad” sonora de tal ópera.
No hay retorno, no, no lo
hay para el mundo de la fantasía, onírica o, como quiera que sea.
Si intentas retornar, si lo haces, entonces te quedas sin vida, y
como ya es sabido se vive muert@.
No hay novedad bajo los
astros, ni de toda la galaxia, sólo nuestra fantasía, o nuestras luces, que
modificamos –quizá inconscientemente- a
capricho. Si no lo hacemos, tenemos
todos los boletos para ser cadáveres en vida, y si lo hacemos, entonces vamos
permanentemente por el abismo, un abismo pleno, luminoso, y, quizá mortal.
¿Mortal…?
Pero la muerte llega
siempre, de una u otra forma, con mil caras.
No lo olvidemos nunca.
Al fin, le he dado al PLAY,
y ha salido la voz de María Callas, creo que en el último acto.
He seguido soñando, vivo o
muerto, no lo sé, pero en el lado del abismo, eso sí es seguro.
Si luego voy a correr, que
iré, el corazón me avisará una vez más de su vigencia física y real y de su
buena salud, que ya conozco. Pero a mí
eso me será -y es- indiferente porque no aprecio y nunca he apreciado cierta
vida <real>, solo el fulgor de la noche clara e infinita.
Y uno, quede claro, no es
ningún cursi. Uno odia las cursilerías superlativamente. Uno va, muchas veces, muchísimas, con una
linterna virtual en la noche cerrada, buscando la vida, a tientas, sin
pretenderlo, tal vez con miedo y sin querer encontrarla. Pero ésta –quién sabe- podría presentarse
incluso sin llamarla; ¡ay… podría presentarse…!
¿Y si se presenta? ¿Y si
llegase de pronto mañana, o en la tarde perpetua y parada de un tiempo sin
tiempo?
Si viene, dejaré el cuerpo
en el vacío (no puedo hacer otra cosa), que se despeñe hacia el abismo, y
alzaré el vuelo o moriré en el intento.
No existe la muerte. Sólo la muerte de los sueños y de las prosas
sagradas, auténticas, esas que despiertan en el intenso y litúrgico incendio de
los cielos, allá en el crepúsculo, donde, tal vez, se vive o se muere para
siempre en un <lugar> del cosmos.
10 de noviembre. 9´30 horas.
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