18, OCTUBRE (22 de octubre)
Como plañideras falsamente dramáticas
vamos algunos, quizá siguiendo el rastro de zozobra que marcha por los
inciertos caminos del otoño.
Han venido unos últimos calores, unas
últimas calideces que renuevan y hacen latir, con penúltima desesperación, los
estertores de la convulsión de la belleza en las calles, puentes, avenidas y
parques, claraboyas urbanas y cielos dormidos, ya que los cielos dormitan o
mueren en el otoño.
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¿De dónde viene este regalo de luces,
esos cielos sumisos, placenteros y honestos?
¿De dónde viene, sí, esta explosión de cuerpos que han brotado de pronto
en las calles como una primavera fugazmente equivocada?
A veces, la vida nos asalta de
pronto, inesperadamente, y nos roba la cartera donde llevábamos un temeroso sobre
de billetes con el que pensábamos afrontar las penurias emocionales del
otoño/invierno. Con el imprevisto atraco de la Vida quedamos
desnudos, a cuerpo gentil, sin todo el arsenal de convencionales defensas y con
una incierta mirada, nueva, recién estrenada y perpleja.
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