miércoles, 22 de octubre de 2014



18, OCTUBRE  (22 de octubre)

Como plañideras falsamente dramáticas vamos algunos, quizá siguiendo el rastro de zozobra que marcha por los inciertos caminos del otoño.

Han venido unos últimos calores, unas últimas calideces que renuevan y hacen latir, con penúltima desesperación, los estertores de la convulsión de la belleza en las calles, puentes, avenidas y parques, claraboyas urbanas y cielos dormidos, ya que los cielos dormitan o mueren en el otoño.

Pero algunos, en el otoño (y un poco antes del otoño, cuando éste es una premonición inexorable), nos sentimos morir literalmente, y vemos con desesperante impotencia como la vida, y su aliento más mínimo, nos va abandonando.

¿De dónde viene este regalo de luces, esos cielos sumisos, placenteros y honestos?  ¿De dónde viene, sí, esta explosión de cuerpos que han brotado de pronto en las calles como una primavera fugazmente equivocada?

A veces, la vida nos asalta de pronto, inesperadamente, y nos roba la cartera donde llevábamos un temeroso sobre de billetes con el que pensábamos afrontar las penurias emocionales del otoño/invierno.   Con el imprevisto atraco de la Vida quedamos desnudos, a cuerpo gentil, sin todo el arsenal de convencionales defensas y con una incierta mirada, nueva, recién estrenada y perpleja.

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