miércoles, 15 de octubre de 2014



13, OCTUBRE



Querida y bellísima ninfa Dánae, ya sé que hace unos años que no te escribo.  ¿Te acuerdas de mí?


Dánae, es una urgencia, aunque sólo te lo diré a ti:  han pasado unos años de tedio, ausencias y soledad consciente y elegida.  Pero, ¿por qué tanta vulgaridad, tanto simplismo, tantas dobleces para nada, tanta ausencia de argumento en miradas, gestos, poses y secuencias cotidianas que arden y se consumen en el zafio laberinto de las horas?


Guardé algunos borradores de aquellas cartas que te escribía, tan auténticas desnudas, abiertas hacia ti.  Nunca fuiste para mí una ninfa más, ya lo sabes.  Cuéntame cosas de tú mundo, de los bosques que habitas, y miénteme, sobre todo, todo lo que te sea posible, pues es una necesidad que me urge el poder comunicarme contigo y, creerme cosas imposibles, quizá para poder hacer pie, por un instante, entre un vacío y un abismo, entre un muro y la otra orilla en la que habitas.

¿Te has cortado el pelo en este tiempo?  ¿Sigues paseando por las noches con aquellos vestidos tan convencionales que a mí me gustaban tanto.


Besos. Ya te escribiré, quizá desde otro lugar. Pues ahora, voy a volar desde un alto acantilado, pero sin alas…

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