13, OCTUBRE
Querida y bellísima ninfa Dánae, ya
sé que hace unos años que no te escribo.
¿Te acuerdas de mí?
Dánae, es una urgencia, aunque sólo
te lo diré a ti: han pasado unos años de
tedio, ausencias y soledad consciente y elegida. Pero, ¿por qué tanta vulgaridad, tanto
simplismo, tantas dobleces para nada, tanta ausencia de argumento en miradas, gestos,
poses y secuencias cotidianas que arden y se consumen en el zafio laberinto de
las horas?
Guardé algunos borradores de aquellas
cartas que te escribía, tan auténticas desnudas, abiertas hacia ti. Nunca fuiste para mí una ninfa más, ya lo
sabes. Cuéntame cosas de tú mundo, de
los bosques que habitas, y miénteme, sobre todo, todo lo que te sea posible,
pues es una necesidad que me urge el poder comunicarme contigo y, creerme cosas
imposibles, quizá para poder hacer pie, por un instante, entre un vacío y un
abismo, entre un muro y la otra orilla en la que habitas.
¿Te has cortado el pelo en este
tiempo? ¿Sigues paseando por las noches
con aquellos vestidos tan convencionales que a mí me gustaban tanto.
Besos. Ya te escribiré, quizá desde otro lugar. Pues ahora, voy a volar desde un alto acantilado, pero sin alas…
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