jueves, 14 de agosto de 2014


14, AGOSTO

En el monacato casi absoluto de esta casa-estudio situada en el Bajo Aragón-Caspe, escucho “El Agua de los Árabes”, música Árabe-Andalusí, de Eduardo Paniagua.

Así pues, a las dos de la mañana, el rumor del agua se hace corpóreo y parece real; un transporte directo al mundo islámico, sufí, a la mística circular/rotatoria de los derviches; en fin, algo así como a la sencillez más básica del inicio atemporal y estático de la vida. 
 
 (Magia en la fundición abandonada, 2014. Técnica mixta sobre lienzo, 162 x 228 cm.)


La desmesurada actividad insanamente competitiva del ser humano, en la quietud de la noche y el pensamiento, resulta ahora mismo el producto de una sórdida y cándida pretenciosidad, y sin ningún sentido, condenada al más agónico de los vacíos.

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