8, ABRIL
Siempre
lo mismo. Repetirse siempre. No sé dónde se quedan los abriles, los otros,
o el de ahora. “Tengo que aprovechar al máximo el pálpito de abril”, etcétera.
Abril
es una novia eterna a la que todos, o al menos yo, podemos conquistar incluso
conociendo la fugacidad de su amor.
A veces, cuando llego aquí a la bodega, resulta
que no llevo ningún papel, nada, y entonces le tengo que pedir a Millán una
hoja, una cuartilla, lo que sea.
Hoy,
sin embargo, me he sorprendido a mí mismo (agradablemente) con uno de esos
actos mecánicos que ya me empiezan a preocupar debido a mi creciente dejadez e indiferencia. Metí en mi carpeta lo primero que vi a mano
y, resulta que es un sobre con una hoja de la cadena de hoteles NH. El hotel estaba muy bien, y está situado en
Campo Grande, 7, Lisboa. Esto lo digo
para quién le interese, ya que Lisboa es un amor, mejor dicho, un gran amor en
el que se puede vivir o morir o, todo a un mismo tiempo.
Lisboa,
sí, es la magia laberíntica de la arquitectura, pero sobre todo, la sensación atmosférica más pura, y al
límite, del romanticismo atemporal que no cansa ni defrauda, que no empalaga ni
satura.
En
Lisboa se puede llegar y morir como un acto natural y glorioso al mismo tiempo,
pero sin aspavientos, con una muerte que deja poso, aunque no se sepa en dónde.
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