lunes, 3 de marzo de 2014



3, MARZO,      Añoranza de Wein Min-Li                    

Ha vuelto el invierno.  O mejor, se ha intensificado con toda su crudeza.

Estos días, para consolarme, de vez en cuando cojo pluma y libreta, como antes, como cuando relataba mi vida con ella, y anoto cualquier cosa irrelevante por inercia, por instinto, por salvarme, quizá, del penúltimo naufragio íntimo.

Me he enterado que le van bien las cosas, incluso la tienda de lencería parece ser que es todo un éxito.  Cuando yo estaba con ella iba muy mal, y no era porque yo no le pusiera empeño, pero tal vez no despertaba la confianza del público femenino ver a un occidental en el mostrador dándoles consejos sobre prendas tan íntimas y sensuales, y además por medio de señas y mímica.  Yo me lo pasaba muy bien, claro está, viendo la cara de perplejidad de aquella supuesta clientela, aunque luego se iban sin comprar nada.  Pero sus caras, como no saben fingir, eran un verdadero poema de estupor y retraimiento.

También, además de Wein Min-Li, debo de confesar que ya estando en China me enamoré platónicamente de más de una teórica clienta, así que mi memoria visual rebosa, gratificantemente, de ojos rasgados y los más variados gestos de Oriente.

Venderá género y ganará dinero, seguro, pues al final siempre se trata de eso, pero será difícil que recupere aquellas tardes, esas noches, aquellos juegos eróticos e ingenuos en los probadores, y, sobre todo, los paseos y excursiones a las afueras de King Tuen hasta el amanecer.  Hay situaciones que no vuelven, y todo aquello ya no podrá repetirlo con otro. Ambos dimos el uno al otro lo mejor de nosotros y, seguramente, con ese equipaje aprendido hemos viajado por los días en tan breve tiempo de separación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario