7, DICIEMBRE
Wein
Min Li, que habla un perfecto castellano (yo, aquí en china, no encuentro
manera de hablar el chino mandarín), me ha dicho esta mañana, entre sonriente y
con una extrema ternura: “Yo creo que cuando tu vivías en España estabas muy
politizado y no veías lo fugaz -¿se dice fugaz?- que la vida… Hasta que tu te fijaste en mí y
yo en ti, amor. A ver si aprendes a decir amor en chino. Repite conmigo: Oang-guang”
Y lo
he repetido, tal cual me ha dicho. Pero he notado que, mientras pronunciaba las
últimas palabras se ha ruborizado. Entre
tanto, yo pensaba si el sentimiento del amor puede o podrá tener límites,
aunque creo que no; simplemente se extingue, lentamente, hasta que la vida nos
deja.
Con
lo de la política no le he dicho nada, puesto que no voy a cambiar. Lo que ha ocurrido es que yo he aceptado, por
así decirlo. “descender” o “ascender” a su mundo, que a mi me parece muy
limitado, pero he ascendido o descendido (que no sé qué he hecho en realidad)
por amor. Quizá lo ideal sería no
contradecirla, aunque a veces no lo puedo evitar y, aunque con cierto
autocontrol, me enervo: “Pero, ¿no te
das cuenta, la destrucción de países, razas y culturas que ha causado el
régimen planetario de Occidente? ¡y se autoproclaman “democracias”¡”
Luego,
ambos transigimos, y, una tarde sí y otra también acabamos en una prolongada
siesta en la que como puede suponerse, no dormimos.
No
sé si acabaré o no aprendiendo el chino mandarín, lo que sí sé es que mi
cerebro, mi voluntad y mis sentimientos más básicos están en manos de Wein Min
Li, y que además, lo que no deseo, en absoluto, es liberarme de su dependencia.
“Bendita
dependencia”, me digo a mí mismo sonriendo interiormente.
Olvidaba
decir que hoy la Gran Muralla está incendiada de crepúsculo, todo demasiado
bello o excesivamente convencional: las colinas, los campos de arroz en
terrazas, lo que sea… Paseo mis manos por las caderas de Wein Min Li, beso sus
párpados, miro una vez más sus ojos rasgados, dejo que el mundo –ese mundo- se
desvanezca y no vuelva a mí, nunca, nunca más.
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