domingo, 8 de diciembre de 2013



7, DICIEMBRE

Wein Min Li, que habla un perfecto castellano (yo, aquí en china, no encuentro manera de hablar el chino mandarín), me ha dicho esta mañana, entre sonriente y con una extrema ternura: “Yo creo que cuando tu vivías en España estabas muy politizado y no veías lo fugaz -¿se dice fugaz?-  que la vida… Hasta que tu te fijaste en mí y yo en ti, amor. A ver si aprendes a decir amor en chino.  Repite conmigo: Oang-guang”

Y lo he repetido, tal cual me ha dicho. Pero he notado que, mientras pronunciaba las últimas palabras se ha ruborizado.  Entre tanto, yo pensaba si el sentimiento del amor puede o podrá tener límites, aunque creo que no; simplemente se extingue, lentamente, hasta que la vida nos deja.

Con lo de la política no le he dicho nada, puesto que no voy a cambiar.  Lo que ha ocurrido es que yo he aceptado, por así decirlo. “descender” o “ascender” a su mundo, que a mi me parece muy limitado, pero he ascendido o descendido (que no sé qué he hecho en realidad) por amor.  Quizá lo ideal sería no contradecirla, aunque a veces no lo puedo evitar y, aunque con cierto autocontrol, me enervo:  “Pero, ¿no te das cuenta, la destrucción de países, razas y culturas que ha causado el régimen planetario de Occidente? ¡y se autoproclaman “democracias”¡”

Luego, ambos transigimos, y, una tarde sí y otra también acabamos en una prolongada siesta en la que como puede suponerse, no dormimos.

No sé si acabaré o no aprendiendo el chino mandarín, lo que sí sé es que mi cerebro, mi voluntad y mis sentimientos más básicos están en manos de Wein Min Li, y que además, lo que no deseo, en absoluto, es liberarme de su dependencia.
“Bendita dependencia”, me digo a mí mismo sonriendo interiormente.

Olvidaba decir que hoy la Gran Muralla está incendiada de crepúsculo, todo demasiado bello o excesivamente convencional: las colinas, los campos de arroz en terrazas, lo que sea… Paseo mis manos por las caderas de Wein Min Li, beso sus párpados, miro una vez más sus ojos rasgados, dejo que el mundo –ese mundo- se desvanezca y no vuelva a mí, nunca, nunca más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario