martes, 10 de diciembre de 2013



8, DICIEMBRE

Me ha dicho Wein Min Li que la pequeña ciudad agrícola en la que vivimos apenas llega a los 30.000 habitantes.   Yo no sabía ni eso.  Todo ha sido tan precipitado, el venir a este país…
 Ayer fue una festividad regional en esta zona de China, y Wein cerró la chocolatería que tenemos en el centro de la ciudad. Así que le  sugerí dar un paseo por las colinas aterrazadas y cubiertas   por meticulosos campos de arrozales de distintos tamaños.

 Aunque la Gran Muralla quedaba lejos, decidimos ir en esa dirección.  Pasamos por casas aisladas de campesinos amables y tranquilos.  En algunas suaves laderas a veces había minúsculos bosquecillos que parecían naturales, con unos árboles extraños que no conocía.

En uno de estos bosquecillos, y no sé cómo surgió (Wein Min Li es muy pudorosa y yo, aunque lo disimulo, también lo soy) hicimos el amor despacio, con delectación atemporal, casi como un acto sagrado o litúrgico. Y así nos sorprendió la noche.

Ya de regreso, nos perdimos.  Al pasar por una granja aislada Wein llamó a la puerta de la casa y les contó a los campesinos nuestra desorientación. Sorprendentemente, al menos para mí, con una humilde amabilidad nos sugirieron el quedarnos esa noche en su casa.

A la mañana siguiente, y durante el desayuno con los campesinos (Wein hablaba seguramente con ellos de agricultura, pues miraban y señalaban a los campos),  podía verse a través de una ventana de la humilde estancia todo un espectáculo que, seguramente para ellos, formaba parte de la más rutinaria cotidianidad: brumas entre las suaves colinas, entre las terrazas de arrozales y, más lejos, los bosques aislados que había visto la tarde anterior. 

Todo se desplegaba ante mí con una sobrecogedora sencillez que añadía, además, la nostalgia cálida y reciente por el recuerdo de nuestra última unión en el pequeño soto, ya en la tarde-noche.
Poco más recuerdo. Wein me ha dicho que me he desvanecido dos veces durante el desayuno.

¿Quizá sea cierto el síndrome de Stendhal? ¿Quizá sea cierta la incapacidad humana, en un momento dado, de no poder asimilar a veces tanta belleza, tanta armonía convulsa, tanto exceso de amor sin medida, sí, porque quizá no podemos asimilar que el exceso de belleza y amor y, tal exceso, nos desborda el interior?

No hay comentarios:

Publicar un comentario