8, DICIEMBRE
Me
ha dicho Wein Min Li que la pequeña ciudad agrícola en la que vivimos apenas
llega a los 30.000 habitantes. Yo no
sabía ni eso. Todo ha sido tan precipitado,
el venir a este país…
Ayer fue una festividad regional en esta zona
de China, y Wein cerró la chocolatería que tenemos en el centro de la ciudad.
Así que le sugerí dar un paseo por las
colinas aterrazadas y cubiertas por
meticulosos campos de arrozales de distintos tamaños.
Aunque la Gran Muralla quedaba lejos,
decidimos ir en esa dirección. Pasamos
por casas aisladas de campesinos amables y tranquilos. En algunas suaves laderas a veces había minúsculos
bosquecillos que parecían naturales, con unos árboles extraños que no conocía.
En
uno de estos bosquecillos, y no sé cómo surgió (Wein Min Li es muy pudorosa y
yo, aunque lo disimulo, también lo soy) hicimos el amor despacio, con
delectación atemporal, casi como un acto sagrado o litúrgico. Y así nos
sorprendió la noche.
Ya
de regreso, nos perdimos. Al pasar por
una granja aislada Wein llamó a la puerta de la casa y les contó a los
campesinos nuestra desorientación. Sorprendentemente, al menos para mí, con una
humilde amabilidad nos sugirieron el quedarnos esa noche en su casa.
A la
mañana siguiente, y durante el desayuno con los campesinos (Wein hablaba
seguramente con ellos de agricultura, pues miraban y señalaban a los
campos), podía verse a través de una
ventana de la humilde estancia todo un espectáculo que, seguramente para ellos,
formaba parte de la más rutinaria cotidianidad: brumas entre las suaves
colinas, entre las terrazas de arrozales y, más lejos, los bosques aislados que
había visto la tarde anterior.
Todo se desplegaba ante mí con una sobrecogedora
sencillez que añadía, además, la nostalgia cálida y reciente por el recuerdo de
nuestra última unión en el pequeño soto, ya en la tarde-noche.
Poco
más recuerdo. Wein me ha dicho que me he desvanecido dos veces durante el
desayuno.
¿Quizá
sea cierto el síndrome de Stendhal? ¿Quizá sea cierta la incapacidad humana, en
un momento dado, de no poder asimilar a veces tanta belleza, tanta armonía
convulsa, tanto exceso de amor sin medida, sí, porque quizá no podemos asimilar
que el exceso de belleza y amor y, tal exceso, nos desborda el interior?
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