jueves, 12 de diciembre de 2013



12  DICIEMBRE.     La noche en el bosque de King Tuen

Una gran tormenta ha caído en el bosque periférico de King-Tuen.  Casi se desborda el río a su paso por la ciudad.

Habíamos salido a dar un paseo ya algo tarde, sin rumbo, y hemos acabado en el pequeño bosque.

Hemos encontrado una noche clara y grata, de luna llena. Todo un espectáculo regalado.
       -Es un tópico de noche, he dicho casi como quien verbaliza un pensamiento.

 Me ha mirado interrogada, tierna, casi cortándome el aire.  Me cuesta asumir su rostro y este presente, tan perfecto y escenográfico.  Pero quizá pueda serlo, sí, quizá...

Luego, le he explicado lo del tópico edulcorado y excesivamente romántico que entendemos en occidente por esta armonía de espacios y luces, por su rostro que agradezco, multiplicado una y otra vez en miles de instantáneas tan sólo para mí, para mí sólo;  por tanto amor que no cesa, de momento, ay, de momento…
Con una sorprendente prontitud toda esa claridad celeste ha oscurecido llenando el bosque de sombras densas. Me ha abrazado, temerosa, angustiada.

Con cierta dificultad y más de una caída  hemos llegado por fin a las primeras luces del extrarradio urbano.  Todavía llovía un poco.  Los dos empapados, bajo una farola, y ella, no sé por qué, mirándome asustada.

Su cabello lacio, que tanto me gusta, pegado a las sienes, fundido en su cabeza, el       agua resbalándole por el rostro temeroso.
        
         -Estás preciosa, Wein Li, preciosa, más que nunca, que ya es decir.  Pero dime, ¿qué te ocurre?   

Nos hemos besado con intensidad y hasta tal punto, que pensaba, asustado y feliz: ¿Otra vez el síndrome de Stendhal?   No puedo, no, he de procurar no desvanecerme aquí mismo. A  Wein le ocurre algo.

Ante mi insistencia, me ha dicho
          -Tengo un mal presagio.
          -Cual… Dímelo.

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