domingo, 5 de mayo de 2013



EN LOS GRANDES ALMACENES.  2013.

Quizá en la planta de caballeros o señoras haya algún dependiente/a que piense: “Este señor va de aquí para allá como perdido…”  Al pensar esto, súbitamente pienso también que sólo son prejuicios y timideces anacrónicas.  ¿Quién de todos los dependientes/dependientas me conoce?  Nadie.  En realidad, cuando vago entre las escaleras mecánicas y una buena parte de la planta, es como si estuviera esperando a alguien. Y nadie sabe si espero o no espero, o, desespero simplemente, que es un decir…
Pero son momentos de gratificante y extremo anonimato, difusa y confusamente placentero.

El monólogo interior, bien estructurado, clarividente, visualizado, con sus pausas: punto y coma, punto seguido o aparte, es la escritura –y literatura- más perfecta, pura y espontánea que se conoce.  ¿Quién dice o piensa eso en ese momento o en cualquier otro?  Yo, sencillamente, como puede ser usted o tú o aquel.  Y lo digo porque es así, por “evidente”, porque lo he experimentado quizá cientos de veces, porque a mí me parece que es algo que casi roza la exactitud.  Sí, los monólogos “escritos” en el pensamiento casi pueden llegar a alcanzar la exactitud.  Y a veces la alcanzan.  Y cuando estos llegan a la libreta a través de la neorromántica pluma o al gélido escritorio del ordenador, si alcanzan, por ejemplo, un 35% de la “exacta” descripción y/o literariedad con que fueron anotados en la mente, entonces, creo que puede considerarse todo un éxito.
En un estado de sonambulismo plenamente consciente sigo los pasos, la estela de una mujer con la que he subido casualmente por las escaleras mecánicas.  Va indecisa, con el pensamiento desordenado por los distintos espacios de la planta de caballeros.  Le quiere comprar algo a su marido, su novio o amante, y va precipitada, insegura y hasta algo tensa quizá… “Es tan tarde ya…  Dentro de unas horas ya es día de Reyes, y yo sin comprarle nada a Juanito, mi amor”.

Sigo a la muchacha, a la mujer, la sigo mecánicamente, tal vez sólo por una remota e instintiva atracción por la estética.  Es el tipo de mestizaje ambiguo y lejano, y por  eso casi perfecto, de nuestro mundo mediterráneo. Casi me tropiezo con ella de pronto. Va, viene y, por fin, sube la otra planta donde tal vez se relaje y sin querer, sin buscarlo apremiantemente, quizá le encuentre algo a su Juanito; pero ella es bella, sombría, morena, y tal vez sabe –seguro- que su Juanito no es el único hombre… no ya de este mundo, sino de su mundo.
((( Luego, o en otro momento, describiré a la mujer que me descubre a través de los espejos de estos grandes almacenes. )))


No hay comentarios:

Publicar un comentario